CUENTOS PARA EDUCAR EN VALORES (Con actividades para animación a la lectura, Educación para la Ciudadanía, Ética y tutorías) Laureano Benítez Grande-Caballero Editorial CCS, Madrid, 2011 para pedidos del libro, pulse aquí Otras obras del autor en: www.laureanobenitez.com
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Capítulo
7 ¾ LA SOLIDARIDAD «Quien salva una vida, salva el mundo entero» (TALMUD)
Solidaridad
es un término que procede del latín soliditas,
el cual significa “solidez”, y se usa para expresar la realidad
homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto y cuyas partes
integrantes son de igual naturaleza,
como ocurre con todos los individeos que forman parte de una sociedad. Está fundada en el principio de la igualdad radical
que une a todos los hombres, la cual llega incluso hasta la idea de
fraternidad, que afirma que todos los hombres somos hermanos, miembros
de una gran familia, por lo cual todos somos responsables de lo que le
sucede a los demás y nos debemos ayudar mutuamente, prestándonos
servicios de manera desinteresada La solidaridad debe mirar tanto por el prójimo más cercano como por el hermano más distante, puesto que todos formamos parte de la misma realidad de la naturaleza humana en la tierra, ya que todos los pueblos y culturas que hoy pueblan el planeta somos interdependientes y tenemos un destino común, como lo pone de relieve el fenómeno de la globalización. Objetivos ü
Descubrir la necesidad de compartir con los demás,
pues los dones que nos han sido dados no son solamente para nuestro
beneficio. ü
Entender la solidaridad como una actitud
imprescindible para nuestro auténtico valor como personas. ü
Descubrir la interacción de nuestras relaciones con
los demás, en el sentido de que lo que les ocurre a los demás también
nos afecta a nosotros. ü
Reflexionar sobre las consecuencias que nuestros
actos tendrán en nuestro futuro, comprendiendo que “quien siembra
arroz, cosechará arroz”. ü
Conocer las principales ONGs. 1.- El pozo
Un hombre cayó en un pozo, y no podía salir. Una persona subjetiva pasó y le dijo: “Lamento
que estés allí abajo”. Una persona objetiva pasó y le dijo: “Era lógico
que alguien se iba a caer en ese pozo”. Un fariseo pasó y le dijo: “Sólo las personas
malas caen en pozos”. Un matemático calculó cuán profundo era el pozo. Un periodista quería la historia exclusiva sobre la
caída en el pozo. Un inspector de Hacienda quiso saber si estaba
pagando impuestos por el pozo. Un vendedor dijo: “No has visto nada si no has
visto mi pozo”. Un predicador de plagas y castigos dijo: “Te
mereces el pozo”. Un científico observó: “El pozo está en tu
mente”. Un psicólogo dijo: “Tu padre y tu madre son los
culpables de que estés en el pozo”. Un optimista dijo: “Las cosas podrían ser
peores”. Un pesimista dijo: “Las cosas se pondrán
peores”. ... Un hombre compasivo no dijo nada, y le sacó del
pozo. 2.-
El espantapájaros Un
labrador muy avaro, que vivía en un lejano pueblo, era famoso por su
avaricia. Ésta era tal que, cuando un pájaro comía un grano de trigo
encontrado en el suelo, se ponía tan furioso que se pasaba el día
oteando su huerto para que nadie lo tocara. Tanto
pensó en la amenaza de los pájaros que al fin concibió una idea:
construir un espantapájaros que le ayudara eficazmente
en el cuidado del huerto. Con
tres cañas hizo los brazos y las piernas, con paja configuró el
cuerpo, una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz para los
ojos, una fresca zanahoria conformaba su nariz, y una hilera de granos
de trigo componía su dentadura. Cuando
el cuerpo del espantapájaros estuvo a punto, le colocó un ropaje poco
atractivo y lo hincó en la tierra. Le echó una mirada escrutadora y se
percató de que le faltaba un corazón. Cogió el más sazonado fruto
del ganado y se lo colocó en el pecho. El
espantapájaros quedó en el huerto, sometido al movimiento caprichoso
del viento. Sin tardar mucho, un gorrión necesitado sobrevolaba muy
bajito para buscar trigo en el huerto. El espantapájaros quiso cumplir
con su oficio y trató de ahuyentarlo con sus desacompasados movimientos,
pero el pájaro se colocó en el árbol y dijo: ―¡Qué
buen trigo tienes. Dame algo para mis hijos! ―No
es posible ―dijo el espantapájaros. Sin embargo, buscó una
solución y la encontró: le ofreció sus dientes de trigo. El
gorrión, contento y conmovido, recogió los granos de trigo. El
espantapájaros quedó satisfecho de su acción, aunque sin dientes. A
los pocos días, entró en el huerto un nuevo visitante muy interesado.
Esta vez se trataba de un conejo. ¡Con qué ojos miró la zanahoria! El
espantapájaros quiso cumplir con su deber de ahuyentarlo, pero el
conejo, fijando su mirada en él, dijo: —Quiero
una zanahoria: tengo hambre. El
espantapájaros tuvo una corazonada y le ofreció su zanahoria. Luego
dio rienda suelta a su alegría y quiso entonar una canción, pero no
tenía boca ni nariz para cantarla. Una
mañana apareció el gallo madrugador, lanzando al aire su alegre
quiquiriquí. Acto seguido, le dijo: ―Voy
a prohibir a la gallina que alimente con sus huevos el estómago y la
avaricia del amo, pues él les da poco de comer. No
le pareció bien al espantapájaros la decisión del gallo y le mandó
que cogiera sus ojos, formados por granos de maíz. ―Bien
―dijo el gallo, y se fue agradecido. A la hora del crepúsculo, oyó una
voz humana. Era de un trabajador de la finca que había sido despedido
por el labrador. ―Ahora
soy un vagabundo —le dijo. ―Coge
mi vestido, es lo único que puedo ofrecerte. ―¡Oh
gracias, espantapájaros! Ese
mismo día, un poco más tarde, oyó
llorar a un niño que buscaba comida para su madre. El dueño de
la huerta la había despedido, sin atender a su necesidad. ―Hermano―exclamó
el espantapájaros―, te doy mi cabeza, que es una hermosa
calabaza. Al
amanecer, el labrador fue al huerto y, cuando vio el estado en que había
quedado el espantapájaros, se enfadó tanto que le prendió fuego. Al
caer al suelo su corazón de granada el labrador, riéndose, dijo: ―Esto
me lo como yo. Pero,
al morder, experimentó un cambio: su corazón de piedra se convirtió
en un corazón de carne. En
adelante, el huerto del labrador se convirtió en un vergel donde todos
se recreaban con la hermosa nota del calor humano. 3.-
La naturaleza del cielo Un
hombre, su caballo y su perro andaban por una calle. Después de mucho
caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un
accidente. Hay veces que lleva un tiempo para
que los muertos se den cuenta de su nueva condición. La caminata era
muy larga, cuesta arriba; el sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente
agua. En una curva del camino avistaron un portón magnífico, todo de mármol,
que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la
cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se
dirigió al hombre que dentro de una garita cuidaba de la entrada. ¾Buen
día ¾dijo
el caminante. ¾Buen
día ¾respondió
el hombre. ¾¿Qué
lugar es este, tan hermoso? ¾preguntó el caminante. ¾Esto
es el cielo ¾fue
la respuesta. ¾¡Qué
bien que hemos llegado al cielo! Tenemos con mucha sed ¾dijo
el caminante. ¾Puede
entrar a beber agua a voluntad ¾dijo el guardián, indicándole
la fuente. ¾Mi
caballo y mi perro también tienen sed. ¾Lo
lamento mucho ¾le
dijo el guarda¾.
Aquí no se permite la entrada de animales. El hombre se sintió muy
decepcionado, porque su sed era grande. Mas él no bebería, dejando a
sus amigos con sed. De esta manera, prosiguió su camino. Después de mucho caminar cuesta
arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio,
cuya entrada estaba marcada por un portón viejo semiabierto. El portón
daba a un camino de tierra, con árboles a ambos lados que le hacían
sombra. Debajo de uno de los árboles había un hombre recostado, con la
cabeza cubierta por un sombrero, que parecía dormir. ¾Buen
día ¾dijo
el caminante. ¾Buen
día ¾respondió
el hombre. ¾Estamos
con mucha sed; yo, mi caballo y mi perro. ¾Hay
una fuente en aquellas piedras ¾dijo el hombre indicando el
lugar¾.
Pueden beber a voluntad. El hombre, el caballo y el perro
fueron hasta la fuente y saciaron su sed. ¾Muchas
gracias ¾dijo
el caminante al salir. ¾Vuelvan
cuando quieran ¾respondió el hombre. ¾A
propósito ¾dijo
el caminante¾:
¿cuál es el nombre de este lugar? ¾Cielo
¾respondió
el hombre. ¾¿Cielo?
¡Pero si el guardián del portón de mármol me dijo que allí era el
cielo! ¾Aquello
no es el cielo; aquello es el infierno. ¾Entonces
¾dijo
el caminante¾,
esa información falsa debe causar grandes confusiones. ¾De
ninguna manera ¾respondió
el hombre¾.
En verdad ellos nos hacen un gran favor, porque allí quedan aquellos
que son capaces de abandonar a sus mejores amigos. 4.- Del jardín
a la prisión Hace
mucho tiempo, el hambre asolaba la ciudad de Damasco... Ninguna lluvia
caía del cielo sobre la seca tierra, los árboles se morían en los
vergeles, las fuentes se agotaban, los bosques ya no tenían ni hojas ni
frutos, las colinas estaban sin verdura y sin pájaros y los hombres se
veían, por lo tanto, obligados a comer langostas. En
medio de esta general desolación, un hombre se encontró por la calle a
uno de sus amigos. Era un gran personaje, lleno de honores y poseedor de
una fortuna inmensa. Sin embargo, ya no conservaba más que los huesos y
la piel, por lo que le manifestó su sorpresa: —¿Qué
accidente —le preguntó— te ha puesto en estado tan lamentable? Y
su amigo le respondió: —¿No
ves qué azote destruye la comarca? La miseria ha llegado a su apogeo;
el cielo no deja caer la lluvia y la queja de los hombres no puede subir
hasta el cielo. —¿Por
qué te apuras? —respondió el hombre—: Tú eres rico y no puedes,
como los demás, morir en la miseria. El
amigo le dirigió entonces una mirada de lástima semejante a la que se
dirige a los ignorantes, y le explicó: —El
hombre de corazón no permanece en la orilla cuando sus compañeros son
arrastrados por la corriente; no es el hambre lo que hunde mis mejillas
y da a mi frente el color del marfil: es la angustia por aquellos a
quienes la miseria consume. El sabio teme más el sufrimiento de los demás
que el suyo propio, y el hombre bueno debe siempre compartir el dolor de
su prójimo. Cuando contemplo a mi alrededor a tantos desgraciados que
perecen de hambre y de sed, tengo horror a los alimentos como se tiene
horror al veneno. »Un
jardín lleno de luz y de pájaros pierde todo su encanto al pensar en
el amigo que gime en una prisión húmeda y negra. 5.- Un ladrón en el cielo
Érase un ladrón que ya era muy viejo y no podía hacer su trabajo, de
manera que se moría de hambre. Un hombre rico lo supo y mandó que le
llevaran comida. Sucedió que los dos murieron al mismo tiempo en un gran desastre
natural. Cuando llegaron a la corte celestial, el hombre rico fue
juzgado y condenado por numerosas faltas, de manera que se le mandó al
purgatorio. Pero al llegar allí apareció un ángel diciendo que la
sentencia había sido revisada, y se le mandó directamente al cielo. El
ladrón a quien había ayudado ¡había robado la lista de sus pecados! 6.- La ayuda Cierto día, caminando por la playa
observé a un hombre que, agachándose, tomaba de la arena una estrella
de mar y la tiraba al mar. Intrigado, le pregunté por qué lo hacía. ¾Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al
océano ¾me dijo¾. Como ves, la marea está baja y se han quedado en la orilla. Si no las
arrojo al mar, morirán. ¾Entiendo ¾le dije¾, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la
playa. No puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des
cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo
de la costa. ¡No tiene sentido tu esfuerzo! El hombre sonrió, se inclinó, tomó
una estrella marina y, mientras la lanzaba de vuelta al mar, me respondió:
¾¡Para ésta sí lo tuvo! 7.-
Dando la vida Una niña llamada Liz sufría de
una enfermedad rara y seria. Su única oportunidad de recuperación era
una transfusión de sangre de su hermanito de 5 años, quien se había
salvado milagrosamente de esa misma enfermedad y había desarrollado los
anticuerpos necesarios para combatirla. El
médico le explicó la situación al hermanito, y le preguntó que si
estaba dispuesto a darle sangre a su hermana. Lo vi vacilar un momento
antes de respirar fuertemente y decirle: «Sí, lo haré si eso ayuda a
salvarla». Mientras
progresaba la transfusión, se acostó al lado de su hermana y sonrió
viendo cómo el color regresaba a sus mejillas. Entonces, el niño se
puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y preguntó con
una voz temblorosa: «Doctor, ¿moriré enseguida?» El niño había malentendido al médico: pensó que le tendría que dar toda su sangre a su hermana para salvarla y que entonces él moriría. 8.- Remedio para la soledad Un
día de verano, un hombre se hallaba de excursión con sus hijos y llegó
a una cabaña enclavada en un saliente rocoso. Detrás de una valla de
estacas, una mujer de cabello blanco trabajaba en su jardín. Cuando se
detuvieron a admirar sus flores, la mujer les dijo que vivía allí
sola. Los niños, criados en la ciudad, la miraban admirados, y uno de
ellos preguntó: «¿Qué
hace usted cuando se siente sola?» «Oh»,
respondió, «si me asalta ese sentimiento durante el verano, llevo un
ramo de flores a algún recluso. Y si es invierno, salgo a dar de comer
a los pájaros». Un
acto de compasión... ése era su antídoto para la soledad.
9.- El destino Un discípulo se acercó a su maestro de sabiduría
y le dijo: ¾Maestro, encontré a un caracol en la carretera, lo
cogí y lo puse en mi jardín para que no fuera aplastado por lo coches.
El maestro respondió: ¾¡Idiota!, ¿cómo te atreves a perturbar el destino
de esa criatura? El discípulo se marchó avergonzado, volvió a su
jardín y, tomando nuevamente al caracol, lo devolvió a la carretera. Nuevamente volvió a su maestro y le dijo: ¾Maestro, devolví el caracol a su lugar para que se
siguiera el curso de su destino. El maestro le dijo otra vez: ¾¡Idiota!, ¿cómo te atreves nuevamente a perturbar
el destino de esa criatura? 10.-
La solidaridad (RABINDRANATH
TAGORE) Upagupta,
el discípulo de Buda, estaba durmiendo en el suelo junto a la muralla
de la ciudad de Mathura. Todas las lámparas estaban apagadas, todas las
puertas cerradas, y el cielo sombrío de agosto ocultaba todas las
estrellas. ¿Qué
pies eran aquellos cuyas ajorcas tintineaban agitando su pecho de
repente? Se
despertó sobresaltado y la luz de la lámpara de una mujer iluminó sus
ojos indulgentes: era la bailarina, estrella de joyas nubladas por un
manto azul pálido, embriagada del vino de la juventud. Bajó
la lámpara y vio el rostro joven y austeramente hermoso de Upagupta. «Perdóname,
joven asceta —dijo la mujer—, hazme la gracia de venirte a mi casa.
El sucio suelo no es lecho para ti». Upagupta
respondió: «Mujer, tú sigue tu camino; que ya iré yo a buscarte
cuando llegue la hora». De
repente, un relámpago hizo que la noche enseñara sus dientes. Gruñó
la tempestad desde un rincón del cielo, y la mujer tembló de miedo. Las
ramas de los árboles que bordeaban el camino estaban doloridas por el
peso de tanta flor. De lo lejos llegaban flotando en el aire cálido de
la primavera las notas alegres de la flauta. Todo el gentío se había
ido a los bosques, a celebrar la fiesta de las flores. Desde lo alto del
cielo, la luna llena observaba las sombras del pueblo silencioso. Upagupta
paseaba por la calle solitaria, mientras por encima de él los cucos
enamorados lanzaban desde las ramas del mango su queja desvelada.
Atravesó las puertas de la ciudad y se detuvo en la base del terraplén. ¿Quién
era aquella mujer tendida a sus pies a la sombra de la muralla, abatida
por la peste negra, con el cuerpo cubierto de llagas, que habían
arrojado a toda prisa de la ciudad? El
asceta se sentó a su lado, colocó en sus rodillas su cabeza, humedeció
con agua sus labios y untó de bálsamo su cuerpo. «¿Quién
eres, que así te compadeces?», preguntó la mujer. «Ha
llegado por fin la hora en que debía visitarte, y aquí me tienes a tu
lado», le contestó el joven asceta. 11.- El Paraíso Hace
algún tiempo, en un monasterio vivía un monje cuya vida transcurría
entre la oración y el trabajo. El poco tiempo que le quedaba, lo invertía
en ir a un hospital cercano, donde atendía y cuidaba de la gente
necesitada que recalaba allí: ancianos, niños abandonados, enfermos...
Había entrado muy joven en el monasterio, y en esa vida agotadora de
oración, trabajo y servicio fueron pasando los años. Un
día, recibió la visita de un ángel de luz, que le dijo: —Vengo
a decirte, de parte de Dios, que tus días se han acabado. Vente conmigo
al paraíso: tu labor en este mundo se ha cumplido. Sin
dejar de hacer sus faenas cotidianas, el monje replicó: —No
quiero parecer descortés, pero, ¿No podrías venir en otro momento?
Todavía no he acabado de hacer la cena y, además, mañana tengo que
atender a mucha gente en el hospital. El
ángel asintió, y se marchó. Pasó algún tiempo. El monje iba
envejeciendo pero, a pesar de sus cada vez más menguadas fuerzas, seguía
con su vida de siempre. Un atardecer, volvió a recibir la visita del ángel,
y el monje volvió a excusarse, diciéndole que todavía no podía
acompañarle, pues tenía muchas cosas que hacer. Las
visitas se repitieron algunas veces más, pero el monje siempre daba
evasivas, y seguía con sus tareas. Hasta que un día, el monje se sintió
muy viejo y muy cansado, y comprendió que, aunque quisiera, ya no podría
seguir haciendo su vida de siempre. Por eso, cuando volvió a recibir la
visita del ángel de la muerte, no se resistió, y le pidió que, ahora
sí, le llevara por fin al paraíso, para poder descansar. Al oír su
petición, el ángel le contestó: —¿Que
quieres ir ahora al paraíso? ¿Dónde te crees que has estado durante
todos estos años?
12.- La vida eterna El
día llegará en que en un determinado momento un médico comprobará
que mi cerebro ha dejado de funcionar y que, definitivamente, mi vida en
este mundo ha llegado a su término. Cuando
tal cosa ocurra, no intentéis infundirle a mi cuerpo vida artificial
con ayuda de alguna máquina, y no digáis que me hallo en mi lecho de
muerte. Estaré en mi lecho de vida, y comprobad que mi cuerpo sea
retirado para contribuir a que otros seres humanos hagan una mejor vida. Dad
mis ojos al desdichado que jamás haya contemplado el amanecer, que no
haya visto el rostro de un niño; mi corazón a alguna persona a quien
el suyo sólo le haya valido interminables días de sufrimiento. Mi
sangre dadla al adolescente rescatado de su automóvil en ruinas, a fin
de que pueda vivir hasta ver a sus nietos retozando a su lado. Dad mis
riñones al enfermo que debe recurrir a una máquina para vivir de una
semana a otra. Para que un niño lisiado pueda andar, tomad la totalidad
de mis huesos, todos mis músculos, las fibras y nervios de todo mi
cuerpo. Hurgad
en todos los rincones de mi cerebro. Si es necesario, tomad mis células
y haced que se desarrollen, de modo que algún día un chico sin habla
logre gritar con entusiasmo al ver un gol, y que una muchachita gorda
pueda oír el repiquetear de la lluvia en los cristales de la ventana.
Si
acaso quieren recordarme, hacedlo con una buena obra diciendo alguna
palabra bondadosa a quien tenga necesidad de vosotros. Si hacéis todo
esto que os pido, viviré eternamente. 13.-
Compartiendo la felicidad El
preso nº 87 contemplaba los alrededores de la cárcel. Sus
ojos se fijaron en un brote que nacía junto a la pared, debajo de su
ventana… «Ya
tengo compañía… Regaré este brote todos los días, y me servirá de
distracción». Pasaban
los días y la planta crecía. Al mes justo, empezó a echar los
primeros brotes… Más tarde floreció. El preso nº 87 se sentía
mejor. Empezó a darse cuenta que no había muerto en él la esperanza. La
emoción y la alegría inundaron su celda cuando la flor alcanzó su
ventana. Pasó horas contemplándola de cerca, acariciándola con mimo,
conversando… Así pasó una semana feliz y contento, extasiado con su
compañía. Pero
un día, le nació la duda y la preocupación: «Si
la riego, ¾pensaba
¾
seguirá creciendo y se marchará de mi ventana… Si
no la riego, se me morirá; si la meto en mi celda, la verá el
carcelero y la cortará…» Preocupado,
se movía de un lado para otro y gritaba los insultos aprendidos…. «¡Esto
es un asco! ¡Yo siempre tengo mala suerte! ¡Estoy desesperado!» De
pronto oyó un ruido. Apresuró el paso a la ventana y se agarró con
ansia a los barrotes. Alguien estaba regando su flor. Por
la dirección del agua se dio cuenta que era el preso que vivía en la
celda de arriba… Sintió
alivio a su preocupación, al mismo tiempo que le nacía por dentro una
alegría nueva: alguien necesitaba una flor, mientras que él ya había
sido feliz una temporada. La liberó de los barrotes de su
ventana y la animó a seguir subiendo. 14.-
El buen samaritano Alberto
conducía su nuevo automóvil, un gran Mercedes, a mucha velocidad,
porque ese día iba a llegar tarde al trabajo. Estaba disfrutando el
andar majestuoso de su flamante Mercedes Benz, rojo brillante, una de
sus más apreciadas posesiones, cuando, de repente, un ladrillo se
estrelló en la puerta de atrás. Alberto
frenó el coche con un chirrido de cubiertas nuevas y dio marcha atrás
hasta el lugar de donde había salido el ladrillo. Se bajó del coche y
vio a un niño en la acera. Fue hacia él, le agarró, le sacudió y le
gritó muy enfadado: —¿Qué
demonios estás haciendo? ¡Te va a costar caro lo que le hiciste a mi
coche! ¿Por qué tiraste el ladrillo? El
niño, llorando, le contestó: —Lo
siento, señor, pero no sabía qué hacer: mi hermano se cayó de su
silla de ruedas y está lastimado... no lo puedo levantar yo solo. ¡Nadie
quería detenerse a ayudarme! Alberto
sintió un nudo en la garganta. Fue a levantar al joven y ponerlo en su
silla de ruedas, mirando con detenimiento sus heridas. Eran unas
raspaduras sin mucha importancia, y vio que no estaba en peligro. Mientras
el pequeño de 7 años empujaba a su hermano en la silla rodante hacia
su casa, Alberto se dirigió lentamente a su Mercedes, pensando con
seriedad en lo que le había sucedido. Pasaron
días y semanas, pero no quiso llevar el coche a repararlo, sino que dejó
la puerta como estaba, para recordar siempre que no debía ir por la
vida tan de prisa que alguien tuviera que tirarle un ladrillo para
llamar su atención. ¿Qué
tal contigo? ¿Has recibido algún ladrillo últimamente de alguien que
está tal vez muy cercano a ti y que necesita tu ayuda? 15.- Se cosecha lo que se siembra Un noble inglés le debía un favor a un agricultor, y fue a
visitarlo para recompensarle. —No, yo no puedo aceptar una
recompensa por lo que hice —respondió el agricultor,
rechazando la oferta. En ese momento,
el hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la
familia. —¿Es ese su
hijo? —preguntó el noble. —Si —respondió
el agricultor lleno de orgullo. —Le voy a proponer un trato: Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle
una buena educación. Si
él es parecido a su padre crecerá hasta convertirse
en un hombre del cual usted estará muy orgulloso. El agricultor
aceptó. Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor se graduó en la Escuela de Medicina de St. Mary's
Hospital en
Londres, y se convirtió en un personaje conocido a través del mundo, el notorio Sir Alexander
Fleming, el descubridor de la penicilina.
Algunos años
después, el hijo del noble inglés cayó enfermo de
pulmonía. ¿Qué lo salvó? La penicilina. El nombre del
noble inglés era Randolph Churchill. Su hijo se llamaba Sir
Winston Churchill.
Alguien dijo una vez: «Siempre
recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos». Actividades básicas 1.
Encuesta: a)
Define
lo que es, en tu opinión, la solidaridad. b)
¿Cuál
es la mejor forma de ayudar? Escribe números: 1 en la que tú creas que
es la mejor, luego un 2 en la siguiente, etc. ·
Ayudar
a los amigos y familiares, porque ellos nos quieren____ ·
Ayudar
a cualquier persona que necesite, sin que nos lo pida, y sin pedir nada
a cambio____ ·
Ayudar
a cualquier persona, cuando nos lo pida____ ·
Ayudar
solamente cuando sabemos que nos van a devolver el favor____ ·
Hay
que ayudar porque, si no lo hacemos, nadie nos ayudará cuando
necesitemos nosotros____ ·
Hay
que ayudar, pero solamente a quienes nos ayudan_____ c)
¿Eres
solidario con tus compañeros? Escribe algunas cosas que hagas para
ayudarles. d)
Escribe
alguna acción que hayas hecho para ayudar a alguien, que no sea
familiar ni compañero tuyo. e)
¿Te
han ayudado alguna vez? Escribe algún ejemplo. f)
¿Conoces
a gente que necesite ayuda? ¿Qué tipo de ayuda crees que necesitan? ¿Cuál
es tu postura ante esto? g)
¿Cuál
es la razón más importante por la que tú crees que debemos ser
solidarios? h)
¿Estás
de acuerdo con la frase que dice que «todos los hombres somos hermanos»?
¿Por qué? 2. Define
los siguientes conceptos relacionados con la solidaridad: Altruismo
– Filantropía - Humanitarismo 3. En
el cuento 1, ¿con qué personaje de los que pasan por el pozo te
identificas? 4. ¿En
qué cuentos se expresa el mensaje de que la mejor solidaridad
consiste en dar la vida por los demás? 5. ¿Crees que también tenemos que ser
solidarios con los animales? 6. Escribe
tu opinión sobre la frase: «Un jardín lleno de luz y de pájaros pierde todo su encanto al pensar
en el amigo que gime en una prisión húmeda y negra». 7. ¿A
qué cuento crees que puede aplicarse la frase que dice: «Quien
salva una vida, salva al mundo entero»? 8. Explica
lo que, a tu parecer, es el destino. Después, reflexiona sobre el
mensaje del cuento número 12: ¿crees que con nuestra ayuda podemos
cambiar el destino de las personas? 9. ¿En
que cuento se expresa la idea de que la verdadera solidaridad consiste
en dar sin pedir nada a cambio? Razona tu respuesta. 10. Con mucha frecuencia, ser solidarios significa
que tenemos que sacrificarnos por los demás. Da tu opinión sobre los
sacrificios solidarios que aparecen en algunos de los cuentos. 11. Realiza una composición plástica donde expreses
tu idea de la solidaridad. 12. Comenta
las siguientes frases: -
La
obra humana más bella es la de ser útil al prójimo. (SÓFOCLES)
-
No
hay más que un modo de ser felices: vivir par los
demás(LEÓN TOLSTOI) Actividades de ampliación
·
Investigación:
Como
hoy en día la mayor parte del voluntariado solidario se realiza
actualmente a través de las ONGs, sería conveniente que los alumnos
investigaran sobre el trabajo que realizan las ONGs más conocidas:
Ayuda en Acción, Amnistía Internacional, Cruz Roja, Cáritas, Intermón,
Save the Children, Manos Unidas, Médicos sin fronteras, UNICEF. Individualmente
o por grupos de cuatro, se les asignan las ONGs con el fin de que
busquen información sobre ellas, con arreglo a un guión que incluiría
los siguientes puntos a desarrollar: nombre, fecha de fundación,
logotipo, carácter (religioso, privado, internacional, etc.),
objetivos, zonas de actuación, etc... Terminado
el trabajo, se puede exponer en forma de murales o de presentaciones de powerpoint,
favoreciendo el debate. Algunos
sitios web que nos pueden ayudar en este trabajo son las siguientes: -
http://www.guiaongs.org/
(las ONGs ordenadas por temas). -
http://www.guiaongs.org/directorio/ongs/
(las ONGs por orden alfabético, con una breve reseña de sus
actividades). -
http://directori.pangea.org/
(Listado de temas, con las ONGs que trabajan en ellos) ·
Biografía:
Redactar
una sencilla biografía sobre la madre
TERESA DE CALCUTA. ·
Audiciones:
Escucha las canciones Sólo le
pido a Dios, (ANA BELÉN);
Yo vengo a ofrecer mi corazón (FITO
PÁEZ). Resume su letra y da tu opinión sobre su mensaje. ·
Películas:
-
visionar la película Cadena de
favores (Mimi Leder). - buscar
en Internet el argumento de las siguientes películas, y resumirlo: ü
La
lista de Schindler
(de Steven Spielberg) ü
Hotel
Ruanda
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