Orar con 
    el Padre Pío
Laureano J.Benítez Grande-Caballero

    EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, 200411ª edición

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Índice de la obra
Resumen
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Índice

 

1.  - “Ven y sígueme”.

2.  - “Sacerdote santo y víctima perfecta.

3.  - Una estrella en el camino: María.

4.  - Cartas.

5.  - “Crucificado sin cruz: Los estigmas”.

6.  - Unos dones extraordinarios.

7.  - Del Calvario al Tabor: La mística de la Cruz.

8.  - “Solo soy un fraile que reza”.

9.  - Varón de dolores.

10. - En el confesionario.                                                   

11. - En brazos de la divina misericordia.

12. - El humor del Padre Pío.

13. - La santa humildad.

14. - La Caridad: El Hospital de Dios.

15. - Los dones del Espíritu Santo.

16. - Muerte y Testimonios.  

 

Resumen de la obra

 

         La obra "Obrar con el padre Pío" recoge los hechos principales de la vida del santo Padre Pío de Pietrelcina, pero no es una biografía convencional, pues está realizada con la intención primordial de recoger sus testimonios, citando sus palabras y pensamientos fundamentales, a manera de una antología donde es el mismo padre Pío quien nos explica su mensaje y sus vivencias. El autor se limita a engarzar e hilvanar con breves comentarios los hechos que protagonizó y las palabras que dijo, presentándolos frecuentemente en forma de anécdotasa que pueden proporcionar materiales para la reflexión y la oración.

        Estos materiales recogidos se disponen siguiendo un orden más o menos cronológico, que proporciona al libro un carácter biográfico, y se agrupan por temas, los cuales tiene también una estructura que recoge los ámbitos fundamentales de la vida cristiana: la conversión y la llamada, el amor a Cristo, la devoción a María, los carismas y dones sobrenaturales, la vida sacerdotal, la mística de la Cruz, la vida penitencial, la misericordia divina, las virtudes cristianas, la caridad, y el sentido de la muerte.

        Editada como obra de bolsillo, su brevedad y sencillez le añaden las características necesarias para que pueda ser usado como un práctico libro de oración y reflexión.

 

El Padre Pío de Pietrelcina (1887 - 1868), fraile capuchino durante 61 años, es mundialmente conocido porque llevó los estigmas de Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia, y el que más tiempo llevó los estigmas. Además,  fue portador de otros muchos dones místicos (éxtasis, visiones, clarividencia, bilocaciones, olor de santidad y sanaciones milagrosas).  

 Aunque las gracias sobrenaturales son comunes a muchos santos, en el Padre Pío llama la atención el hecho de que las tuviera todas, en una concentración de carismas única en la historia de la Iglesia. A su extraordinaria personalidad pueden aplicársele con todo propiedad aquellas palabras del evangelio:

Maestro, sabemos que has sido enviado por Dios, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces.”

Los carismas sobrenaturales que suelen acompañar a la santidad son otorgados por Dios de forma gratuita —pues nadie puede merecerlos—, pero no casual. Más bien sucede que esos dones extraordinarios son la señal visible con la que el poder divino  quiere poner de relieve las virtudes, no menos extraordinarias, que poseen algunas almas escogidas, con la intención de que los fenómenos milagrosos las resalten, y así los den a conocer.

A pesar de la espectacularidad de los hechos paranormales que protagonizó en su vida, el verdadero carisma de santidad del Padre Pío no radica en ellos, sino en la perfección admirable con la que vivió en su existencia las virtudes cristianas: humildad, paciencia, resignación, abandono, confianza, obediencia, caridad, perdón, etc.

 “No son esos dones del Espíritu Santo los que hacen su grandeza, pues como todas las gracias, son dones gratuitos que el Señor distribuye como le place, por el bien de la Iglesia. Su más auténtico timbre de gloria fue su participación en la Cruz... Sufría con Cristo, poniendo con su sufrimiento lo que faltaba a su Pasión.” (Cardenal Lercaro)

“Si hoy Pío de Pietralcina es finalmente beato, no lo debe a los estigmas, la bilocación, las visiones,  premoniciones y éxtasis, dones que Dios concede con cuentagotas, fuera del alcance de la mayoría de los mortales, sino por haber practicado –eso sí, en grado heroico– virtudes exigibles a todos los cristianos: la fe, la esperanza, la caridad, la justicia, la fortaleza, la prudencia, la templanza, y ―como religioso consagrado― la pobreza, la castidad y la obediencia.”

        El Padre Pío nunca salió de su convento, no escribió libros, no era un teólogo erudito, ni tuvo títulos de dignidad... su existencia fue la de un simple sacerdote que decía misa y confesaba.

"¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era filósofo o sabio o tenía medios a disposición?… No, sino porque decía Misa humildemente, confesaba desde la mañana hasta la noche… ¡Era un hombre de oración y sufrimiento!.” (Pablo VI)

La figura extraordinaria del padre Pío es la respuesta divina a unos tiempos difíciles, oscuros, pudiendo decirse que la concentración de virtudes y dones sobrenaturales en su persona es un hecho con el que la divina Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una época marcada por el laicismo y el materialismo, promoviendo esos dones maravillosos con el fin de contrarrestar el poder omnipresente y retador de las sombras que hoy acechan a la humanidad.

"La vida, obra y virtudes de un santo tienen una unidad que expresa el misterio de Cristo. Un santo es el desvelar se del rostro de Cristo para la gente en un cierto momento histórico".

“La misión del Padre Pío fue el sufrimiento por el pecado de los hombres. Quizá si el pecado del mundo no se manifestara en todas direcciones, grave, pesado, opresor, con malicia satánica, su caso habría sido otro, y quizá Dios le hubiera otorgado sus dones místicos sin obligarle a estar medio siglo en la Cruz. Pero no ha sido así: ha sido un signo de Dios.” (Cardenal Siri, en una homilía del cuarto aniversario de su fallecimiento)

           El 2 de mayo de 1999, Juan Pablo II ofició la ceremonia de su beatificación en la Plaza de San Pedro. El 16 de junio 2002, fue canonizado.

        Hoy en día, más de 6 millones de de peregrinos acuden cada año a visitar su tumba en el convento de san Giovanni Rotondo, donde el sacerdote estigmatizado vivió casi toda su vida de fraile capuchino. Después de el Vaticano, es el lugar cristiano más visitado del mundo.


   

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